Había que ver algo de Giallo y que mejor que hacerlo con Dario Argento, uno de sus referente. Ya sabíamos de antemano lo que podíamos encontrarnos, pero ni siquiera vimos lo esperado. Es cutre, con sangre que parece pintura y una música que, en su comienzo está bien y resulta angustiosa, pero luego se convierte en rallante al máximo.
Lo único destacable es partirnos al ver a un Miguelito Bosé hecho un chaval.
Calificación: Bodriazo
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