Casino Royale tenía la difícil tarea de volver a engancharnos a James Bond, y superar a un Pierce Brosnan que había dejado al personaje en muy buen lugar. Y lo consiguió, lo que prometía una larga y próspera nueva etapa. Sin embargo, la realidad nos ha ido entregando una serie de pelis de nivel flojete, llegando a esta última donde lo estéril es protagonista. Tras las anteriores decepciones, en mayor o menor medida, me esperaba un pequeño resurgir en este nuevo eslabón de la vida del famoso espía, por lo que el chasco fue algo mayor. Tiene un par de escenas de acción que están bien (¡sólo faltaría!), pero Bond son muchos más elementos que no se representan bien en esta entrega, dejándonos una sensación general es de cansinismo. Al parecer agitaron el Martini en vez de mezclarlo, y todos acabaron mareados.
Calificación: Pobre
Totalmente de acuerdo contigo viejo Charlie. Terminar de ver una película de James Bond y pensar WTF?! Es una de las experiencias más frustrantes que existen en la vida. La cara que se te queda es como cuando te das cuenta de la riqueza idiomática de la que goza el inglés y aún así tea bagging te parece llevar el símil un poco al limite. Claro que el acto del té es de suma importancia en la vida británica.
ResponderEliminarY este James Bond carece de aquello que hace al personaje tan característico y fascinante. Su flema, su porte, su distinción, su insoportable encanto y rectitud, su "englishness".
Las mujeres caen rendidas ante él porque es la hora del té. Porque es un galán que, como buen inglés, maneja los tiempos a la perfección sin orquesta y pone la batuta al servicio de Su Majestad.
Al nuevo James Bond lo han dotado de realismo: sangra, mea y caga, se despeina. Pero al mismo tiempo lo han despojado de su arma más mortífera, del paraguas de esos otros grandes agentes secretos al servicio del Rey.
Y al convertirlo en carne y hueso podría ser sudafricano, americano...hasta francés (bueno, me pasé, francés ni de coña). Lo han convertido en un amasijo más de músculos sin clase. Y precisamente cuando no entra en acción es cuando más chirriante se vuelve su presencia. Daniel Craig podría perfectamente estar en el USS Carl Vinson viendo cómo Gerónimo se hunde en el Mediterráneo y después tomarse unas Rolling Rock con sus compañeros del team VI.
James Bond estaría en una lancha de madera camino de Venecia descorchando una botella de Bollinger con la joven y turgente hija del villano que deserta de la causa. Y no hay más compromiso que disfrutar del frío néctar y el cálido final.