Vista en cine en su momento, me dejó estupefacto allá por el año 2008. Recuerdo salir con la sensación de haber visto una película sin fuegos artificiales que jugó con mi sistema arterial a cada rato. Con un planteamiento sencillo y aterrador. Sin comportamientos excéntricos o absurdos que te sacan de la historia. Y con un par de escenas brillantes (ojito a la primera aparición del enmascarado, sublime, y la canción rallada). Tal vez el único pero es la escena final, innecesaria y que recurre al típico cliché del terror. Por lo demás, perfecta. Tan es así, que mi acompañante en el sofá, no pestañeo ni un segundo e hizo un visionado cangrejil, es decir, con la mano tapando su cara y vislumbrando la peli a través de sus dedos.
Calificación: Joyita infravalorada
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